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La salud mental como paradigma de la política

Salud mental. Dos palabras que preocupan mucho a la ciudadanía y poco a la mayoría de los políticos. Hace unas semanas se publicaron los resultados del último barómetro del CIS. Fue la primera vez que se incluían preguntas sobre salud mental. Los datos eran relevantes por lo que ponen de manifiesto.

Como en todos los ámbitos hay excepciones, Iñigo Errejón preguntó en la sesión de control al Gobierno el miércoles pasado sobre salud mental.  Utilizó los datos del CIS y e incidió en que cada día se suicidan 10 personas en España. Fue una intervención de las que, por desgracia, acostumbran a tener menos impacto del que merecerían a nivel mediático. Siempre tienen más “éxito” las salidas de tono que acaban reduciéndose al: “conmigo o contra mi”. Dicotomías absolutas en tiempos que requieren matices y consensos. Pero hay veces que queriendo humillar desde la ignorancia, la prepotencia y la mala educación se ayuda a visibilizar discursos silenciados por no ser beligerantes. Es lo que ha sucedió el miércoles en el Congreso.

Cuando Iñigo Errejón finalizó su intervención desde la bancada del PP sonó una voz masculina diciendo: “¡Vete al médico!”. La estupefacción fue generalizada. Pocos segundos después la parte más progresista del hemiciclo respondió al comentario con un aplauso en el que participaron, incluso, los miembros del Gobierno a los que Errejón exigía más implicación en este ámbito.

Política infantilizada

Cuando más madurez requiere la política más “infantilizada” está. Una gran parte de la ciudadanía está preocupada, asustada, estresada, angustiada por los efectos de la pandemía. Los políticos miran hacia otro lugar y siguen centrados en sus intereses guiados por los réditos electorales. Ni en momentos como los actuales se dan una tregua. Más agresividad y más polarización.

Esta situación puntual es una buena radiografía del sistema político y mediático actual.  Una gota de agua en el océano que gana visibilidad por un comentario despectivo del diputado del PP Carmelo Romero. Los medios de comunicación dan más relevancia a las palabras fuera de lugar de Romero, que al necesario discurso de Errejón. Ha pasado menos de una semana y la salud mental ha pasado de nuevo al ostracismo para dejar paso a las batallas electorales, que “venden” más.  

El circulo vicioso

Esta es la rueda en la que nos movemos, pero ¿y qué papel jugamos los ciudadanos en todo este sistema del consumo informativo? Tendemos a caer en la tentación de escuchar a quién no merecería nuestra atención en cualquier otro contexto. Queremos siempre saber cuál es la última salida de tono del político de turno. ¿Por qué sentimos está atracción por lo no relevante?

¿Quizá vale la pena hacerse esta pregunta antes de invertir parte de nuestro tiempo en según qué discursos: ¿Merece el político X o la política X que le dediquemos dos minutos de nuestras vidas a sus comentarios que no nos aportan nada más que malestar y crispación?

Y un apunte final, la ciudadanía tiene problemas de salud mental. Sí.  Y los políticos también, como explica con todo lujo de detalles David Owen que fue ministro de Sanidad y Asuntos Exteriores del Reino Unido, en su libro En el poder y en la enfermedad.